Mi adolescencia y los comics

domingo, 12 de abril de 2009

(viene de acá)

Fuimos unas de las últimas comisiones de mi colegio, creo yo, en tener Mecanografía como materia, en primer año. Las viejas, gastadas y machacadas maquinotas, llenas de grasa y metal frío, constrastaban enormemente con la preciosa, pulcra y portátil Olivetti amarilla que mi hermano usaba para escribir sus cuentos de ciencia ficción.

Tener 13/14 años, dejar el primario y empezar a tomar colectivos para ir a estudiar, tan temprano que asi era de noche, fue raro, pero no sé si tan difícil. Me dio la chance de explorar y de apreciar los viajes, que siempre cruzaron mi vida.

Mientras me machucaba los dedos en clase y seguía resistiéndome a escribir con las teclas en casa, usando mi horrenda letra manuscrita para todo, se aproximó justamente un viaje que cambiaría muchas cosas.

Tenía 15, creo yo, o poco faltaría. Un campamento escolar en Bariloche dio la excusa para conocer a un grupo del otro curso. De pronto, todo renació, pero para otra parte. Con un compañero comenzamos a hablar de comics estadounidenses, principalmente de Batman, y descubrimos qué tanto nos gustaba. Todavía recuerdo la nieve a un costado del camino, con la que saciábamos la sed, la enorme caminata y el árbol a partir del cual dimos la vuelta y empezó esa charla.

Ese compañero me presentó a otros de su curso, y de pronto mi círculo social se agrandó enormemente. Todavía hoy, muchos de esos amigos de la secundaria lo siguen siendo. Fueron mi cubil friki, mi comunidad nerd de aficionados a los comics, las películas, la literatura fantástica y de otros tipos. Fueron también mis primeros compañeros en los juegos de rol, así que nos unen más aventuras (jugadas, leídas y vistas) de las que nos podemos imaginar.

No pasó mucho tiempo antes de que mi afición a la escritura y mi gusto por los comics de superhéroes, que comencé a comprar con lo poco que ahorraba, se unieran con la natural habilidad de dibujo de ese primer amigo con el que habíamos hablado de Batman. Diseñamos personajes y todo; también creé una historia para cada uno de ellos y anoté ideas de lo que iba a suceder.

Las sucesivas migraciones y evoluciones de mis computadores me permiten encontrar algunos fragmentos de esas ideas en este disco rígido; otras permanecen en mi cerebro, y creo que por ahí habrá tirado algún boceto. La inconstancia y la ignorancia sobre cómo hacer un guión (o un comic, en general) dejó todo ahí.

Sin embargo, seguí teniendo ideas que no eran para las páginas de libros. Y seguí comprando comics durante toda mi adolescencia, principalmente de superhéroes, pero cada tanto, de otra cosa. Recuperé todo lo que pude, desde revistas Nueva Aventura viejísimas, gastadas, hasta revistas Cimoc y cosas así, además de números de X-men y Batman.

Llegué a la universidad. Y todo eso siguió siendo parte mía.

(continuará...)

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